martes, 31 de marzo de 2009

Hasta un perro muerto tirado a la orilla de la calle, hinchado y apunto de reventar, es un POEMA

El 31 de marzo de 2009, a las 15 horas, con 24 minutos y 57 segundos, David, el hermano menor del Chuy, guachaba atento por la ventana de un camión público a toda chiquita bebé que pasara caminando por la banqueta para aventarles besos, chiflarles o simplemente escupirles.

En ese mismo instante, Soraya, la morrita más nice y buenona de toda la Lázaro, se embarraba los cachetes de mayonesa mientras disfrutaba de una riquísima Six Dollar Burger del Carl's Jr.

Mientras esto pasaba, en el Infonavit cachanilla parte alta, a un lado del edificio de Don Jaime, el solovino aromatizaba la cuadra con el olor que le salía de su panza abierta recién reventada. Era curioso notar como sus tripas se mezclaban con las flores que Doña Sarita arreglaba todas las mañanas antes de morir, tanto se confundía que las moscas queriendo hacerse pasar por mariposas iban a posarse en ellas.

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